DESCUBRIENDO LA MAGIA DE TAILANDIA

¡Una experiencia inolvidable!

El tiempo vuela, no espera y la vida pasa... y con esa certeza en mente, busqué que mi cumpleaños de este año fuera, verdaderamente, ¡una experiencia inolvidable! Mi mente visualizaba con claridad un escape del frío hacia playas de arena blanca y paisajes paradisíacos. Así que, con la ilusión de quien busca un tesoro, me lancé a navegar por internet, y entre un abanico de opciones, y Tailandia me sedujo por completo. ¡Y qué gran acierto! Este viaje, que realicé el pasado mes de marzo con mis hijos, fue sencillamente maravilloso. No hay nada que me guste más que vivir estas aventuras con ellos, y Tailandia nos conquistó a los tres con sus playas de ensueño, el clima cálido, la increíble amabilidad de su gente, los deliciosos sabores y aromas de su cocina, y la paz tan palpable en cada rincón. A continuación, te relato nuestra aventura, llena de momentos únicos y descubrimientos inspiradores.


Día 1 - “Del aeropuerto al paraíso: así empezó nuestro viaje a Tailandia”

Nuestro viaje comenzó a las 15h desde el aeropuerto de Barcelona, con una escala programada en Doha (Qatar). Allí pasamos unas pocas horas en un aeropuerto que nos sorprendió por su inmensidad, lujo, altos precios y, curiosamente, por sus agradables zonas verdes con palmeras, plantas y césped, perfectas para un breve descanso. Tras el transbordo, despegamos rumbo a nuestro destino, aterrizando en el animado aeropuerto Suvarnabhumi de Bangkok a las 14h del día siguiente.

Teníamos varias horas de espera antes de nuestro vuelo a Krabi, que salía a las 20h. Aprovechamos este tiempo para cambiar moneda y, de paso, resolver la logística de Pol: fue a dejar su bicicleta y equipaje en la delegación de Pynarello, ya que al regresar de nuestro viaje, él y su amigo Alex planeaban continuar su aventura tailandesa en bicicleta. Con el papeleo listo, nos dirigimos al Food Court del tercer piso del aeropuerto. Este espacio, que reúne diversos puestos de comida con una zona común para sentarse, fue el lugar donde descubrimos un delicioso pollo típico tailandés a un precio sorprendentemente económico.

Tras un breve vuelo de tan solo 1:30h, aterrizamos en el aeropuerto de Krabi. Nos trasladamos en taxi (270 Bahts) que nos llevó directamente a Krabi Town, la capital de esta provincia situada en la costa oeste del sur de Tailandia. Nuestra llegada al Hotel Lada Krabli Residence fue el inicio de nuestro viaje. Al caer la noche, el apetito nos guio hasta Tin Grill, un restaurante especializado en carne y barbacoa tailandesa que resultó ser una elección acertada, ofreciéndonos una cena de calidad.

Día 2 - “Sabores tailandeses y explorando las siete islas de Krabi”

Comenzamos el día con un desayuno aceptable en el hotel. Poco después, nos acercamos a May&Mark para disfrutar de un buen café, y la suerte nos sonrió al conocer a una encantadora familia suiza. Su entusiasmo por la zona fue contagioso, y nos recomendaron explorar las islas en una barca privada, ¡incluso nos facilitaron el contacto de un tailandés muy amásale por cierto, llamado Dom!

A la hora del almuerzo, descubrimos Chalita Café&Restaurante y no dudamos en probar los famosos fideos Pad Thai en sus variedades de pollo, gambas y vegetales, una verdadera delicia. También probamos con un Curry Panang y un Curry Massaman, ¡Que delicia!…… Acompañamos la comida con una cerveza local Chang, suave y refrescante. Sin duda, un lugar muy recomendable.

Por la tarde teníamos reserva de una excursión organizada en lancha a Siete islas, con puesta de sol y baño nocturno con bioluminiscencia de plancton. Así que después de comer nos acercamos al muelle:

Nuestra primera parada fue en las Islas Tup y Mo, también conocidas como “Talay Waek”. Fue increíble presenciar cómo la marea baja revelaba un banco de arena blanca que conectaba ambas islas. Aprovechamos para nadar en sus aguas cristalinas y maravillarnos con el entorno. ¡Caminar entre las dos islas por el banco de arena fue una experiencia única!

Continuamos hacia Chicken Island, una isla peculiar con una formación rocosa que realmente se asemeja a la cabeza de un pollo en uno de sus extremos. En el lado opuesto, una hermosa playa donde pudimos disfrutar de un refrescante baño y snorkel, descubriendo bancos de peces de colores, corales,… La siguiente en nuestra lista fue la paradisíaca Isla de Poda. Sus playas de arena blanca y suave, bañadas por aguas azul turquesa, eran justo lo que necesitábamos para relajarnos bajo el sol y nadar entre los peces que se acercaban a la orilla.

Desde la Isla de Poda, pudimos admirar la belleza de la misteriosa Isla Tangming. Muy conocida por su espectacular silueta. Luego nos llevaron a Puya Bay, un punto mágico donde nos sumergimos para practicar snorkel en medio de coloridos corales y bancos de peces, disfrutando de la riqueza del Mar de Andamán. El mar de Andamán o Mar de Birmania es un sector del océano Índico situado al sureste del golfo de Bengala, al sur de Birmania, oeste de Tailandia y este de las Islas Andamán, de las que recibe su nombre. Y disfrutando desde la orilla de la playa una bonita puestade sol nos ofrecieron fruta fresca y platos típicos.

Al caer la noche, nos dirigimos a Khea Reux Bin en busca del famoso plancton bioluminiscente. Fue un espectáculo ver estas diminutas criaturas marinas brillar con una luz azul fluorescente, como pequeñas estrellas danzando en el agua. Un momento mágico!

Y regresamos al muelle. Pero el día aún no había terminado. Nos apetecía probar la gastronomía local para la cena, así que elegimos Baitoy Seefood. Su cocina tailandesa nos deleitó con pescado al vapor, una fresca ensalada de algas de uva del mar, pan de arroz, sopa de coco.

Y ya para terminar el día, nos apetecía mucho probar un masaje tailandés para relajarnos. No tardamos en encontrar un salón llamado Krabi Thai Massage. El lugar, con una atmósfera tranquila y acogedora, prometía el alivio que buscábamos. Yo opté por un masaje de pies y piernas, ideal para recuperar fuerzas tras tanta caminata, mientras que mis hijos se decidieron por el clásico masaje tailandés completo de una hora, por tan solo 300 Bahts por persona. Me encantó; fue revitalizante, y cada movimiento parecía liberar tensiones acumuladas. Al final, como toque de hospitalidad, nos invitaron a un reconfortante té, cerrando así un día lleno de nuevas experiencias y sabores en Tailandia.

Día 3 - “De las Islas Hong a Railay: belleza en cada rincón”

Comenzamos el día disfrutando de un auténtico desayuno en un local cercano, seguido de nuestro ya habitual y delicioso café en May&Mark. A las 9h en punto, nos esperaba Dom, nuestro amable y atento capitán para la excursión privada en bote de cola larga con motor de automobil, que nos llevaría a descubrir los tesoros de la zona hasta las 15h. Nuestra primera parada fue Koh Hong, donde disfrutamos de un coco refrescante por 100 Bahts. A continuación, navegamos hacia las Islas Hong, un verdadero conjunto de pequeñas islas paradisíacas. Sus playas de arena blanca inmaculada, las aguas de un turquesa cristalina y la exuberante vegetación nos cautivaron. Sin duda, una visita imprescindible y ¡totalmente recomendable!

Uno de los puntos culminantes de nuestra visita a las Islas Hong fue la ascensión al Hong Island View Point Koh Hong. Preparados para el esfuerzo, subimos los más de 400 empinados escalones que nos separaban de la cima. La recompensa fue una impresionante vista panorámica de 360° de toda la isla, ¡la única de la isla!

Continuamos nuestra exploración adentrándonos en la laguna natural de arena blanca y agua turquesa, un rincón escondido rodeado de una selva interior exuberante. La entrada a este paraíso fue simplemente mágica; me emocioné y me sentí muy feliz, una sensación difícil de expresar con palabras. El contraste entre el verde intenso de la vegetación y el azul cristalino del agua creaba una estampa que parecía sacada de un sueño. Nos bañamos un rato allí, en silencio, como queriendo grabar cada segundo en la memoria.

Nuestra última parada del día fue la Bahía de Railay. Este lugar tranquilo nos sorprendió por su ambiente relajado y por ser un punto importante para los escaladores. Paseamos por la animada calle peatonal repleta de pequeñas tiendas y resorts, además de una gran variedad de restaurantes y salones de masaje. Tuvimos la suerte de presenciar cómo la marea bajaba de forma brutal, hasta el punto de poder ver parte del puerto sin agua —sí, sí, ¡sin agua!— y barcos anclados directamente sobre la arena. ¡Impresionante!

Al regresar, la cena nos esperaba en nuestro ya favorito Restaurante Chalita. Disfrutamos de un delicioso Pad Thai de gambas y un reconfortante curry de coco, lleno de aromas y sabores que ya empezaban a resultarnos familiares. Para terminar el día de la mejor manera, nos relajamos y repetimos masaje como el día anterior. Mientras volvíamos al hotel, no dejaba de sonreír por dentro. Había sido uno de esos días que se te quedan grabados: lleno de belleza, de calma, y de esas pequeñas cosas que te hacen sentir en paz. Un día redondo, de los que reconectan contigo y con el mundo.

Día 4 - “Día más tranquilo en Krabi”

Después de dos días intensos, nos tomamos un respiro para disfrutar de la ciudad de Krabi (กระบี่) a un ritmo más relajado. Es la ciudad más importante y la capital de la provincia de Krabi. Nuestra primera parada fue el Templo Wat Kaew Korawaram, un modesto pero encantador templo que es uno de los principales santuarios de la ciudad. La larga escalinata que conduce al templo está flanqueada por espléndidas barandillas con forma de dragón. En el interior, nos maravillamos ante la figura de un Buda dorado sentado sobre un altar, así como una curiosa escalinata con serpientes talladas en la baranda.

Continuamos nuestro paseo por la ciudad y visita obligada en el Maharaj Market, o también llamado mercado de la mañana, situado en el centro de la ciudad. Me encantan los mercados, perderme y entretenerme en las paradas y observar. Es un lugar lleno de vida y color donde puedes ver ingredientes locales y la vida cotidiana de los krabienses. Descubrimos los ingredientes básicos de la cocina tailandesa, como es el pollo, los langostinos, la ternera y verduras como las espinacas, el cebollino, los cítricos…

Me sorprendió el tamaño de algunos ingredientes, un aparente caos cuando entras, luego todo está bien organizado por zonas: para la verdura, el pescado, marisco, para la ternera, el cerdo, para frutas, flores, especias… También hay una zona de comida rápida con unas grandes y largas mesas y la gente local comiendo. El bullicio de las conversaciones, el chisporroteo de los woks y el aroma de la comida recién hecha creaban una atmósfera inolvidable. Encontramos gran variedad de pescado, los langostinos son enormes y muy baratos, cangrejos azules, moluscos y ostras. Me fascinaron los puestos de las especias e hierbas secas y frescas. Podías ver los sacos de chile, frescos y secos y en sus variedades, así como también el jengibre, la cúrcuma, el lemongrass… También encontramos tiendas que venden a granel las legumbres, los diferentes arroces (el alimento básico de los tailandeses), sobre todo el jazmín (un arroz aromático de grano alargado que se sirve cocido en casi todas las comidas), el arroz glutinoso que se cuece al vapor y fideos, sobre todo los tradicionales de arroz y también de trigo.

En cuanto a las frutas tropicales encontramos la papaya en varios tamaños, que la utilizan para las ensaladas. El mangostán se caracteriza por su piel como corteza gruesa, morada oscura y su pulpa blanca con gajos, de sabor dulce con notas ácidas, una verdadera delicia. El rambután, una fruta curiosa de aspecto, con muchos pelos y con su interior jugoso de sabor similar al lichi. La fruta del dragón, me parece una fruta preciosa de color rojizo y original de forma, con el contraste de su interior de color blanco y granos negros, a pesar de que su sabor es insípido. Y una fruta que nunca había visto es el durian, es la "fruta prohibida" de Tailandia, tiene forma ovalada, una cáscara gruesa con espinas (que hay que abrir con ayuda de un machete) famosa por su fuerte olor, incluso desagradable (muy apreciado u odiado). Es una fruta muy apreciada en la cocina tailandesa y se consume fresca, en postres, o como ingrediente en platos salados. Y el mango por excelencia, de pequeño tamaño, una explosión de dulzura. También vimos limas de diferentes tipos, limones y naranjas pequeñas que utilizan mucho para los zumos o batidos.

En cuanto a las verduras, entre otras destacan las berenjenas, de color blanco y de tamaño pequeño y de forma redonda, y otras muy alargadas de gran tamaño; unas judías verdes delgadas y muy largas, tanto como casi medio metro. Los puestos eran una paleta de verdes intensos y formas inusuales.

Hay paradas donde se trabajan los cocos con unas máquinas especiales para rallarlos y donde se vende igualmente la leche de coco fresca, en bolsas de plástico para llevar (se vende al peso). También encontramos la crema de coco, que es parecida, pero bastante más espesa.

Aparte del mercado, puedes encontrar puestos callejeros donde se vende también fruta, verdura, e incluso comida preparada, y se ven camionetas y tuc-tucs cargados de cocos que se venden de forma ambulante, demostrando que la vida comercial de Krabi nunca se detiene. Este mercado es, sin duda, un corazón latente de la ciudad, una experiencia sensorial completa que te sumerge de lleno en la cultura y los sabores auténticos de Tailandia.

De camino pudimos ver Krabi Town Signal, es un semáforo peculiar en el centro de la ciudad. Está formado por esculturas de gran tamaño en forma de animales sagrados, como elefantes, águilas y nutrias. En el cruce de Manus Borarn Square, encontramos cuatro semáforos sostenidos por neandertales que llevan las luces en maletas de roca. Durante la final de la liga de fútbol, los cavernarios incluso visten los shorts de los equipos locales.

Para reponer fuerzas, nos detuvimos a comer en Racha Seefood, un restaurante dentro del Night Market delicioso, acogedor y muy económico. Su comida era exquisita y el servicio muy amable. Además, nos encantó leer los mensajes escritos en las paredes por los comensales anteriores. Por la tarde, paseamos por el centro de la ciudad y cenamos en Uno Restaurant, un restaurante italiano que nos ofreció una deliciosa pasta y pizza, un descanso bienvenido de la comida tailandesa. Este día más tranquilo nos permitió apreciar el encanto de la ciudad de Krabi, su gente amable y su ambiente relajado. Fue un día perfecto para descansar y disfrutar de la tranquilidad y preparar los próximos días.

Día 5 - “Explorando Ko Phi Phi: belleza, sorpresa y calma”

Hoy nos despertamos con especial ilusión para visitar uno de los destinos más famosos de Tailandia; yo, personalmente, estaba muy ilusionada. Por la mañana, un taxi nos llevó al puerto donde nos esperaba el ferry para transportarnos a las legendarias Ko Phi Phi (หมู่เกาะพีพี). Desembarcamos en el bullicioso Puerto Ton Sai y rápidamente alquilamos uno de esos tradicionales botes de cola larga. Su característico rugido del motor nos acompañó hasta nuestra primera parada, la famosa Maya Beach. Sin embargo, la visita nos trajo algunas sorpresas: el acceso costaba 400 Baths por persona, y lo que más nos asombró fue la prohibición de bañarse, una medida que, según se comentaba, se debía a la presencia de tiburones.

Aun con la gran cantidad de visitantes, la imagen de la playa era simplemente idílica, digna de cualquier postal y digna de la fama que precede a este rincón del planeta. La playa es de una belleza natural impresionante con arena blanca sedosa y aguas cristalinas que impresiona, hipnotiza. Y como se dice, "una imagen vale más que mil palabras".

Nuestra siguiente parada nos llevó a la Monkey Island. Es una pequeña cala rodeada de grandes acantilados donde habitan monos que durante nuestra estancia no hicieron acto de presencia! Aprovechamos la tranquilidad para disfrutar de un baño reconfortante. Regresamos al muelle y con el sol comenzando su descenso regresamos a Krabi. Un taxi nos esperaba para llevarnos de vuelta al hotel a recoger nuestras maletas, preparándonos para la siguiente etapa de nuestro viaje. Paramos en un 7-Eleven para comprar la cena, unos sandwichs, onigiris,… La noche ya había caído cuando llegamos a Don Sak, tras un trayecto de unas dos horas y media. Descansamos en Lam-tong Resort que estaba muy cerca del puerto.

Día 6 - “Llegada a Ko Phangan y delicias tailandesas”

Por la mañana bien temprano un taxi nos llevó al Puerto Donsak Pier donde nos esperaba el ferry para una travesía de dos horas y media hacia la Isla de Kopanghan (เกาะพะงัน), ubicada en el noroeste, entre Koh Samui y Ko Thao. Es famosa por la fiesta luna llena en la playa de Haad Rin. Al llegar al muelle de Thongsala (ciudad principal de Kopanghan) se respiraba un ambiente juvenil y bohemio y una flota de motos circulando en medio de un caos organizado. Con la libertad que dan las dos ruedas, alquilamos unas motos y nos dirigimos directamente a nuestro hotel situado en la costa de la isla, concretamente en la playa de Ban Tai, que resultó ser bastante decepcionante en comparación con las fotos cuando hicimos la reserva (definitvamente no lo aconsejaría, a pesar de sus atractivos como la playa privada y los bungalows de madera, y la poca simpatía del propietario) Sea GateBeach Resort. Nos instalamos y sin perder tiempo, tomamos la carretera y llegamos a la zona de Thong Nai Pan Yai y el destino nos llevó a las puertas del restaurante Krua Thai donde la comida se convirtió en una auténtica explosión de sabores auténticos. Probamos un Massaman de pollo cremoso, seguido de un Pad Thai vibrante y lleno de matices, un Curry verde suave y reconfortante, y para terminar el exquisito Sticky Rice con Mango, un postre que para mi es tan rica la combinación de sabores que me parece adictivo. La amabilidad y la atención del personal junto con platos abundantes y a un precio más que razonable es una experiencia culinaria totalmente RECOMENDABLE e IMPRESCINDIBLE!

Después de comer emprendimos la ruta haciael el famoso Mirador de Bottle Beach. Dejamos las motos en la pista de tierra y empezamos la subida a pie porun sendero empinado, cuanto más avanzabamos más desafiante era el sendero, entre rocas y un bosque espeso. Y ¡listos de nosotros que íbamos con chanclas de playa! Yo lo pasé un poco mal y mi pensamiento fue: “A partir de ahora, me llevo las deportivas en la moto por lo que pueda ser”. Así que es importante ir con calzado adecuado para este terrono.

Seguimos caminando y el tramo final, como si la naturaleza quisiera ponernos a prueba una última vez, exigió una pequeña “escalada” entre dos rocas. Superado este mini-desafío, llegamos al mirador: una roca con forma de queso triangular, con espacio justo para pasar de uno en uno para no caernos al vacío. Hay que extremar la precaución, claro. Pero, créeme, las vistas desde allí son tan espectaculares, casi de infarto, te dejan sin aliento y te hacen olvidar cualquier dolor de pies. El esfuerzo valió la pena!

A continuación nos adentramos a la playa de Bottle Beach (también llamada por lo locales como Haad Khuat), es una de las más bonitas y solitarias del norte de la isla. Su difícil acceso (en motocicleta es un poco complicado pero sin prisas y con cuidado se llega) la convierte en un rincón de paz, que invita al relax y a la calma. Bottle Beach poseía un encanto especial, una magia que te atrapaba desde el primer instante. Es una playa de arena fina blanca y aguas cristalinas con densa jungla en sus alrededores que desciende hasta la orilla. Pasamos la tarde disfrutando de este entorno tan idílico y de la paz. Tras disfrutar de este remanso de tranquilidad, emprendimos el camino de vuelta a nuestro hotel. Luego cenamos en el centro de la ciudad en un Food Curt local donde saboreamos un pollo empanado delicioso, unos rollitos vegetales,…

Día 7 - “Entre lluvia y sol: descubriendo los encantos del norte de Ko Phangan”

Por la mañana, un rico desayuno en Indigo Café & Restaurante para empezar el día. Montamos en nuestras motos y nos dirigimos hacia el norte de la isla, llegando a un pueblo pesquero con una playa llamada Chaloklum Beach. Justo al llegar, una repentina lluvia tropical nos obligó a refugiarnos y disfrutar de un batido de coco acompañado de un fresco mango recién cortado, ¡qué delicia! Me sorprende que todos los mangos que probamos durante el viaje tenían su punto de dulzor perfecto. Una vez cesó la lluvia, pudimos ver la tranquila bahía de arena blanca y el mar en calma con sus barcas de pescadores.

Retomamos nuestra ruta en moto, esta vez con la curiosidad de descubrir la misteriosa Ko Ma Beach. El camino hasta allí fue una aventura en sí misma, con vistas espectaculares del océano y pequeños tramos de jungla que se abrían paso. Cabe resaltar que las carreteras secundarias de la isla son pistas de arena rojiza que contrastan con el verde de la vegetación tropical y el color del cielo, es espectacular! Y como es una isla montañosa hay muchas pendientes muy pronunciadas y descensos bruscos, muy sorprendente. Al llegar, Ko Ma Beach nos recibió con su particular encanto: una estrecha franja de arena que conectaba la isla principal con un islote rocoso, creando un paisaje único y perfecto para una tarde de exploración y relax. Las aguas cristalinas invitaban a un baño refrescante, y la quietud del lugar era un bálsamo para el alma.

Por la tarde, regresamos al hotel para prepararnos para la cena en otro Food Court, esta vez con un ambiente más turístico, donde la variedad de opciones culinarias era abrumadora, desde curries picantes hasta pad thai recién hecho. La noche culminó con una visita al Night Market local. Me fascina ver la variedad de puestos, comida, ropa, música y luces que cobran vida al atardecer.

Día 8 - “Ko Phangan: el adiós a la isla de los contrastes”

El día comenzó con un desayuno sencillo pero reconfortante en un modesto local a pie de la carretera principal. Tras reponer fuerzas, pusimos rumbo a la playa de Haad Yuan. Buscando un respiro del calor aunque el dia estaba nublado, nos detuvimos en el bar de Big Blu Bungalows. Lo que encontramos allí fue un ambiente verdaderamente peculiar y acogedor. Este bar, que forma parte del complejo de bungalows, estaba completamente construido en madera por dentro. En lugar de sillas, ofrecía una experiencia única: podías descansar en el suelo sobre cómodos cojines, incluso tumbándote por completo, invitando a una relajación total. Allí disfrutamos de un coco fresco, saboreándolo mientras nos sumergíamos en ese entorno tan especial.

Tras ese momento de relax, no tardamos en meternos al mar, que se encontraba bastante revoloteado, lo que transformó nuestro baño en un punto divertido. Después de disfrutar del chapuzón, continuamos paseando por la playa y, para nuestra sorpresa, descubrimos un restaurante con impresionantes vistas al mar.

La comida en Bambu Jungle Lounge fue una experiencia para los sentidos. Como su nombre indica, el lugar se caracteriza por su arquitectura de bambú que se integra perfectamente con el entorno. Esto crea una atmósfera rústica pero elegante, muy acorde con el espíritu de la isla. Disfrutamos de unos platos riquísimos, de un ambiente mágico y unas vistas espectaculares.

Y por la tarde nos depedimos de la isla con un baño lleno de energía y disfrutando de un paisaje inolvidable. Regresamos al hotel para recoger las maletas y devolver las motos, un último adiós a la libertad que nos ofrecieron. Nos dirigimos al puerto para tomar una lancha rápida rumbo a Koh Samui. El trayecto nos brindó una puesta de sol impresionante, mientras nos despedíamos de Koh Phangan y nos acercábamos a nuestro siguiente destino, Bangkok. En definitiva, la isla de Koh Phangan es una isla de contrastes, de calma, tranquila y poco masificada, un verdadero refugio que deja una huella profunda.

Llegamos al puerto y tomamos un taxi directo al aeropuerto de Koh Samui. Tras una cena rápida, embarcamos en un vuelo de hora y media que nos llevó a Bangkok. Al aterrizar, otro taxi nos dejó directamente en nuestro hotel, estratégicamente situado en el centro de la ciudad.

El trayecto del aeropuerto al hotel, ya de noche y con el cansancio acumulado de ocho días de playas paradisíacas y naturaleza, fue un impacto. De repente, todo eran edificios altos, un sinfín de coches, semáforos, y miles de luces que dibujaban un paisaje urbano frenético y muy diferente a lo que habíamos vivido hasta entonces. Para situarnos, en la ciudad de Bangkok viven más de 11 millones de habitantes, considerada una de las ciudades más pobladas del mundo.

Día 9 - “El alma de Bangkok: historia, sabores y caos encantador”

Comenzamos el día con un desayuno cerca del hotel, que lamentablemente no cumplió nuestras expectativas. ¡Pero no importó! Sabíamos que la jornada nos depararía experiencias mucho más gratificantes. Nuestra primera gran parada fue la majestuosa visita al GRAND PALACE (PALACE ROYAL). Es un complejo arquitectónico de varios edificios que sirvieron como sede de cada rei, desde el el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. El edificio más importante del palacio es el templo Wat Phra Kaew, en el cual se encuentra el Buda de Esmeralda que, tallado en jade en el siglo XV y con sólo 45 centímetros de altura, es el más valioso y venerado de Tailandia. Quedamos impresionados por la opulencia y la belleza de sus templos y edificios, un verdadero testimonio de la rica historia y cultura tailandesa. Los detalles dorados y la arquitectura elaborada nos transportaron a otro mundo.

A la hora del almuerzo, encontramos un verdadero oasis: CHOM ARUM (ร้านอาหารชมอรุณ). Este encantador restaurante, estratégicamente ubicado justo delante del serpenteante río Chao Phraya, nos ofreció unas vistas impresionantes que convertían cada bocado en una experiencia. Desde nuestra mesa, pudimos contemplar la majestuosidad del río, la principal arteria fluvial de Bangkok, por donde transitan desde tradicionales barcazas hasta modernos barcos turísticos y taxis acuáticos, conectando las distintas orillas de la ciudad. La amabilidad del personal fue excepcional, y las opciones tailandesas deliciosas hicieron que la comida fuera un auténtico placer. Disfrutamos de los sabores auténticos mientras contemplábamos el ir y venir de las embarcaciones en el río.

La amabilidad del personal fue excepcional, reflejo de la famosa hospitalidad tailandesa. Las opciones tailandesas del menú eran tan variadas como tentadoras. Nos deleitamos con platos clásicos como un aromático Pad Thai, perfectamente equilibrado en sabores dulces, salados y ácidos; un cremoso Curry Verde (Gaeng Keow Wan), con el punto justo de picante y el frescor de la albahaca; y unas crujientes brochetas de pollo Satay acompañadas de su rica salsa de cacahuete.

Disfrutamos de la comida, mientras contemplábamos el constante ir y venir de las embarcaciones. Las tradicionales barcas de cola larga (longtail boats) se deslizaban ágilmente, contrastando con la lentitud de las grandes barcazas de carga. La combinación de la exquisita comida, el servicio impecable, hizo un momento verdaderamente memorable en nuestro penúltimo día en la capital tailandesa. Estábamos llegando a la recta final del viaje.

La tarde la dedicamos a un merecido descanso en el hotel para recaragar energías. Al caer la tarde, cuando el sol empezaba a ceder, nos dirigimos al MBK Center. Este gigantesco centro comercial, oficialmente conocido como Mahboonkrong Center, es un verdadero icono de Bangkok y es famoso por ser un paraíso para quienes buscan productos asequibles de copias y falsificaciones de marcas.

El MBK es enorme, con ocho plantas y más de 2,000 tiendas. Recorrimos algunos de sus pasillos, asombrándonos con la variedad: desde ropa y calzado de moda hasta maletas, joyas, electrónica, souvenir, muebles,… Afortunadamente, no había una aglomeración excesiva de gente en ese momento, lo que nos permitió pasear tranquilamente, aunque en poco tiempo ya habíamos tenido suficiente. Es el tipo de lugar donde podrías pasar horas buscando una ganga o simplemente observando el comercio tailandés.

Como ya era tarde y teniamos hambre, para cenar optamos por el food court del MBK. Estos locales de comida son una institución en Tailandia y el del MBK es particularmente popular, ofreciendo una amplia gama de platos locales e internacionales a precios increíblemente económicos. Desde el picante Pad Thai, la sopa Tom Yum Goong con sus sabores cítricos y picantes, hasta curries cremosos o platos de popllo frito con arroz.

Luego, tranquilamente, con dirección al hotel, paseamos por las calles de la ciudad. La Bangkok nocturna es una experiencia completamente diferente. Las luces de neón iluminaban los rascacielos que se alzan sobre la ciudad, y los olores de la comida callejera, el aroma a incienso y la humedad del ambiente, se mezclaban en el aire. A menudo, mientras caminabas, los taxistas te perseguían casi literalmente por la calle para intentar llevarte a tu destino, siempre insistiendo en regatear el precio antes de que pudieras siquiera considerar subirte. Descubrimos varios mercados nocturnos que habían cobrado vida al anochecer. Estaban repletos de gente, un poco agobiante, pero a la vez fascinante. La energía era palpable: vendedores pregonando sus productos, turistas regateando, y locales disfrutando de la vida nocturna. Desde puestos de comida con sus humeantes woks, hasta ropa, baratijas y artesanías, el bullicio era constante. Era una visión perfecta del dinamismo incesante de Bangkok, una ciudad que verdaderamente vive las 24 horas del día.

Día 10 - “Un último paseo por la historia y la vida de Bangkok”

Era nuestro último día de viaje, y amaneció con esa mezcla agridulce de saber que la aventura llegaba a su fin. Después de desayunar, nos despedimos de Pol. Él, continuaba su aventura junto a su amigo Alex: una semana de ruta en bicicleta por Tailandia. ¡Aquí tienes el enlace por si quieres saber cómo le fue!

Mientras tanto, Miki y yo teníamos reservado un Freetour para explorar "los imprescindibles de Bangkok". La idea era tener una descripción general de los lugares más destacados, viendo todos los puntos de interés desde fuera para optimizar el tiempo. Sin embargo, el tour no resultó ser tan enriquecedor como esperábamos en cuanto a las explicaciones; fue más bien una simple orientación sobre la ubicación de los distintos lugares de la ciudad. Nos faltó una inmersión más profunda, con más historia, cultura y curiosidades que dieran vida a los sitios. A pesar de esto, nuestro guía nos llevó por el impresionante Gran Palacio Real y el Templo del Buda de Esmeralda (Wat Phra Kaeo), dos de los complejos más sagrados y arquitectónicamente ricos de Tailandia. Aunque el día anterior ya habíamos entrado en el Gran Palacio Real, siempre impresiona su majestuosidad y los intrincados detalles dorados que brillan bajo el sol.

Luego, nos llevó por la orilla del río Chao Phraya para admirar el icónico Wat Arun, o el Templo del Amanecer. Con sus elegantes agujas cubiertas de cerámica y mosaicos, es una silueta inconfundible en el horizonte de Bangkok, especialmente hermoso al atardecer, aunque su belleza es innegable a cualquier hora del día. Justo al lado, se alzaba el majestuoso Wat Pho, o el Templo del Buda Reclinado, famoso por albergar una gigantesca estatua de Buda de 46 metros de largo y 15 metros de alto, toda cubierta de oro. La escala y el arte de estas construcciones budistas son simplemente impresionantes.

La parte que más nos gustó del tour fue sumergirnos en la vida cotidiana de Bangkok a través de sus mercados. Visitamos primero el Mercado de los Vegetales, un estallido de colores y olores frescos, donde los agricultores locales venden sus productos recién cosechados. De ahí, pasamos al aromático Mercado de las Flores (Pak Khlong Talat), un verdadero festín para los sentidos con montañas de orquídeas, jazmines y lotos, preparados para ofrendas o decoraciones. Finalmente, exploramos el Mercado de las Telas, donde se exhibía una increíble variedad de sedas tailandesas y otros tejidos.

Cada mercado era un microcosmos de la vida tailandesa, con el bullicio de los comerciantes y el ir y venir de la gente, ofreciéndonos una última y profunda inmersión en la cultura local.

A continuación, necesitábamos comer y resguardarnos del calor, así que, como rica despedida, repetimos de restaurante en Chom Arun. Era el lugar perfecto para un último almuerzo memorable frente al río Chao Phraya, contemplando la vida fluvial de Bangkok una vez más.

Por la tarde, con energías renovadas, visitamos el Museo Siam de Bangkok. Ubicado en un impresionante edificio neoclásico que antiguamente albergó el Ministerio de Comercio, este museo se dedica a mostrar la identidad nacional y la rica historia del pueblo de Tailandia, así como sus complejas relaciones con las culturas vecinas a lo largo del tiempo. A diferencia de un museo tradicional, el Museo Siam es conocido por sus exhibiciones altamente interactivas y multisensoriales. Recorrimos sus salas, que nos guiaron a través del desarrollo de Tailandia desde el pasado remoto hasta el presente, abordando temas como la migración, la cultura, la economía y la evolución política de la nación. Fue una forma fascinante de contextualizar todo lo que habíamos vivido durante el viaje y de comprender mejor la complejidad y resiliencia del pueblo tailandés.

Después de esta inmersión cultural, tomamos el último refresco en la acogedora cafetería del museo, saboreando los últimos momentos en la capital. Desde allí, un taxi nos llevó directamente al hotel para recoger nuestras maletas. La sensación de despedida era palpable mientras nos dirigíamos al Aeropuerto Internacional de Suvarnabhumi (BKK), uno de los aeropuertos más grandes y transitados del sudeste asiático. Nuestro vuelo estaba programado para las 3:00h de la madrugada, lo que significaba una larga espera nocturna. Haríamos escala en Doha, la capital de Qatar, antes de finalmente aterrizar en Barcelona a las 15:00h de un domingo, cerrando así el inolvidable viaje por Tailandia.


Para concluir, mi viaje a Tailandia fue, sin lugar a dudas, maravilloso. Pero no solo eso, este viaje era algo que anhelaba con todas mis fuerzas, una necesidad profunda después de haber pasado por un tiempo de desafíos personales de salud. Me siento muy afortunada por haber realizado esta aventura y muy agradecida a la vida por haberme brindado esta oportunidad. Y lo que lo hizo aún más especial fue que pude compartirlo con mis hijos, lo que transformó cada momento en algo todavía más significativo. Durante toda la aventura, me sentí excepcionalmente bien, tanto física como mentalmente, justo lo que necesitaba. Por eso, más que unas simples vacaciones, se convirtió en un verdadero reset, tanto para mi cuerpo como para mi mente. Fue una experiencia de descubrimiento increíble que me regaló una profunda sensación de desconexión total y una inmensa libertad, justo lo que necesitaba para recargarme.

Al llegar el final de esta aventura, mis sentimientos son un contraste de emociones: por un lado, una gran ilusión por regresar y poder revivir cada momento al contarlo; por otro, una inevitable nostalgia y el deseo de alargar el viaje para seguir explorando cada rincón de este fascinante país. Tailandia no solo me ha dejado recuerdos imborrables y sabores exóticos, sino que también ha transformado algo en mí, dejándome renovada y con energía de la buena. Sin duda, un destino al que anhelo volver.

Gracias por la amabilidad y por esas sonrisas. Gracias por los aromas a especias y jazmín que llenan el aire, y por los sabores explosivos de vuestra comida. Gracias por los colores vibrantes de vuestros mercados, de las flores y de cada atardecer. Gracias por la calma de los templos y la energía de vuestras ciudades.

Y sin olvidar la belleza única de vuestras playas paradisíacas, con sus aguas turquesas y arenas blancas. Gracias por vuestra naturaleza exuberante, por esas selvas verdes y frondosas. Gracias por ser una experiencia que se siente y se lleva en el alma.

💚 “ขอบคุณประเทศไทยสำหรับรอยยิ้ม รสชาติ และจิตวิญญาณใหม่” 💚
“Gracias por las sonrisas, los sabores y el alma nueva”

Nuria Martrat